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Cuerpo Consular de Aragon

El 12 de Abril presentacion de la Novela thriller inspirada en la vida y muerte del predecesor del C


El próximo 12 de Abril presentacion de la Novela thriller inspirada en la vida y muerte del predecesor del Consul de Francia en la Biblioteca de Aragón. Este el prologo: Ingenio, valor y humanidad No pude tratar a Roger Tur, cónsul honorario de Francia en Zaragoza desde 1934 a 1972, debido a la barrera del tiempo. Pero sí conocí rasgos de su biografía a través de quienes lo trataron. Así tomé conciencia de que su vida en Zaragoza merece estudio y memoria. Esteban Navarro lo ha hecho. Su novela El cónsul infiltrado rinde justo tributo a monsieur Tur, cuya muerte en noviembre de 1972 constituyó uno de los episodios más trágicos del tardofranquismo en Zaragoza. Los hechos que acabaron con su vida eran claros; los conocimos con razonable certeza. Los hechos probados de la sentencia firme “se tienen por verdad”. La novela comienza precisamente así, por el final de la vida de Tur, por ese estúpido asesinato de unos chavales en el albor de la vida, víctimas del franquismo y de la alienación ideológica. Si la muerte de Roger Tur fue objeto de instrucción y juicio, para el que los autores contaron con la defensa de insignes abogados zaragozanos, la vida del cónsul francés nos resultaba, sin embargo, desconocida. La novela tiene la virtud de pasearnos por la Zaragoza de dos periodos distintos del siglo XX: la década de los 40 y el inicio de los 70. El autor describe con acierto lugares, comercios, calles y plazas, costumbres y ambientes. Roger Tur vivió como un zaragozano más. Notable emprendedor, dirigió una pequeña fábrica de melaza y regaliz y cumplió como un zaragozano más con sus obligaciones. Desde 1934 recibió el encargo de representar a Francia en la ciudad y facilitar la vida administrativa de sus compatriotas. Y eso hizo. La actividad empresarial y la función consular le procuraron notoriedad social, pero proporcionada, razonable, discreta. Sin embargo… Antes de leer El cónsul infiltrado ya tuve eco, por mi actividad consular, de algún episodio notable de Tur en los albores de la guerra civil. En aquel verano de 1936, con ingenio, habilidad y humanidad ejemplar, supo ejercer sus funciones y auxiliar a los perseguidos por su ideología, sin temer el peligro al que se exponía. Roger tuvo rasgos comunes, mutatis mutandis, con otros diplomáticos españoles en la Segunda Guerra Mundial: ingenio, valor y humanidad en un clima de fanatismo ideológico y estado policial. No es extraño que una personalidad como la suya escuchara la vieja llamada a defender su patria –“Aux armes, citoyens!” – tras la invasión alemana. Roger combatió el nazismo con los medios a su alcance. Era listo, tenía coraje y le sobraba humanidad. Su campo de batalla fue Zaragoza. Su puesto de combate, el consulado honorario. Y Esteban Navarro se ha encargado de contarnos, de forma amena y apasionante, cómo libró su particular guerra. Roger sufrió el problema de la soledad. Las relaciones con su jerarquía en la embajada, o con el consulado general, resultaron complejas, como lo fue el Régimen de Vichy. No podía pedir a su embajador ni a su cónsul general instrucciones, órdenes, consignas concretas ni consejos. Combatió solo, en Zaragoza, escuchando e informando. Esteban Navarro ha sabido contar a la perfección la vida y el trágico final de Roger Tur. Fue un zaragozano más, de nacionalidad francesa, que durante los años más convulsos del siglo XX supo ser lengua viva que hace perpetuo el grito de ¡Zaragoza no se rinde! Raphaël Emmanuel Ledesma Gelas Cónsul honorario de Francia en Zaragoza 


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